Había una vez una bruja que era muy buena; tan, pero tan buena que todos los niños la llamaban Doña Paz.
Doña Paz vivía en lo alto de una colina y desde allí podía ver todo lo que pasaba en el mundo.
Cada mañana abría su ventana y sacaba sus prismáticos y veía lo que hacía la gente.
Pero una mañana abrió su ventana, sacó como siempre sus prismáticos y se quedó muy triste.
¿Sabéis por qué se quedó tan triste?
Porque vio dos países que estaban en guerra y luchaban por defender unos territorios.
La bruja Doña Paz cerró enseguida la ventana y empezó a pensar lo que podía hacer ella para que aquella gente fuera feliz.
Se metió en una habitación y empezó a sacar trocitos de madera, y un martillo. Toda aquella noche estuvo trabajando a martillazos.
Doña Paz construyó un gran avión de madera y dentro colocó un cañón. ¡Pero no era un cañón cualquiera, no! ¡Era un cañón mágico, que en lugar de disparar balas, disparaba pelotas de juguete!
Ella abrió su cañón y una pelota redonda una preciosa se deslizó hacia la tierra.
Los dos países que estaban en guerra fueron a ver lo que pasaba. Al principio iban despacio y un poco temerosos pero pronto comprendieron que era mejor jugar que luchar.
Los dos países que estaban en guerra fueron a ver lo que pasaba. Al principio iban despacio y un poco temerosos pero pronto comprendieron que era mejor jugar que luchar. Se hicieron amigos y todo aquel día estuvieron jugando al fútbol y al baloncesto.
La bruja Doña Paz volvió de nuevo a la colina, a su casita y desde allí sigue mirando por la ventana con sus prismáticos para ver si los niños y las niñas son buenos y no pelean.
Y colorín colorete… ¡por la chimenea salen cohetes!
FIN
Antoniorrobles 1960